lunes, 18 de marzo de 2013

Cap.68 (Daniela Contreras 7-2)

Apenas él le amaba el poema, a ella se le golpeaba el permiso y caían en floriturias, en salvajes demonios, en sustos exasperantes. Cada vez que él procuraba reclamar las pelusas, se enredaba en un lagrimado quejumbroso y tenía que evolucionarse de cara a la novela, sintiendo cómo poco a poco las ardillas se espeluznaban, se iban encontrando, cumpliendo, hasta quedar tendido como el hiato de manía al que se le han dejado caer unas filas de ortodoncia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tardaba los horarios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus unicornios. Apenas se entrelazaban, algo como un anuncio los interrogaba, los extrañaba y movía, de pronto era el ciclón, las furiosas repugnantes de las matemáticas, la brillante lluvia del orgullo, los premios del espasmo en una lunática pausa ¡Robé! ¡Robé! esposados en la cresta del aprecio, se sentía parar, perdidos rulos. Temblaba el por, se vencían las mariposas, y todo se resolvía en un profundo pinche, en lanas de tendidas gasas, en caricias casi crueles que los apenaban hasta el límite de las atrofias.

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