domingo, 3 de marzo de 2013

Cap.68 (Ana Catalina Montenegro Valverde 8-1)

Apenas él le acariciaba la suave piel, a ella se le aceleraba el corazón y caían en fantasías, en salvajes deseos, en sueños exasperantes. Cada vez que él procuraba detener las caricias, se enredaba en un frenesí dudoso y tenía que enorgullecerse de cara al dolor, sintiendo cómo poco a poco las manos se arrepentían, se iban acobardando, asustando, hasta quedar tendido como el caballero de amor al que se le han dejado caer unas flechas de fuego. Y sin embargo era apenas el principio, proque en un momento dado ella se tocaba las manos pensando en que él aproximara suavemente su cuerpo. Apenas se entrometía, algo como un suspiro los aterraba, los envolvía y paralizaba, de pronto era el miedo, las asustadas flores de las madres, la necia verdad del orgullo, los deseos del hombre en una avalancha mediocre. ¡Por fin! ¡Por fin! Acostados en la cabellera del dios, se sentía fuerte, goces y temores. Temblaba el corazón, se vencían las inquietudes, y todo se aclaraba en un profundo sueño, en miradas casi crueles que los entorpecían hasta el límite de las caricias.

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