martes, 25 de septiembre de 2012

No comerán mi mente (Victoria A. Barth)

Así es como me siento,
como un gusano.
Voy arrastrándome por ahí,
todos miran y ríen,
pero ninguno se atreve a ayudarme.

Sentirse débil físicamente,
¡como si lo fuera por dentro!
Inútil y débil pero valiente.

Me comieron los dedos,
me arrancaron las piernas,
me durmieron los ojos y
me arrebataron la lengua.

Como si me partieran en rodajas,
como si bebieran mi sangre,
sacaran mis ojos y descuartizaran mi alma.
Como si fuera solo un pedazo de carne en rebanadas.

Inútil, inútil soy,
inútil seré por siempre
porque ayer en la noche los duendes comieron mis pies,
pero no comerán mi mente.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Video con los fragmentos de los cuentos y las ilustraciones de los 34 cuentos participantes en el Concurso Nacional de Cuento Ilustrado "El trabajo infantil NO es un juego"

http://www.youtube.com/watch?v=F_5xY7gWGgU&feature=youtu.be

Felicidades, una vez más, a Paula Montero Sanabria y Víctor Chuckén por haber participado y haber dejado en alto el nombre del Conservatorio de Castella.

12 consejos de Ray Bradbury para escritores jóvenes

http://pijamasurf.com/2012/09/12-consejos-de-ray-bradbury-para-los-jovenes-escritores/

En 2001, Ray Bradbury ofreció una charla auspiciada por la Point Loma Nazarene University, en California, en la que habló sobre su experiencia como escritor, algunos de los hábitos y prácticas que de alguna manera hicieron de él uno de los escritores más emblemáticos de la ciencia ficción.
A partir de esta plática, Colin Marshall, del sitio Open Culture, sintetizó 12 consejos que bien pueden funcionar para personas que tengan la curiosidad por escribir, el impulso por utilizar la palabra escrita como medio de expresión.  Aunque algunos de ellos también funcionan para mantener estimulado nuestro músculo creativo.
Para los más interesados, compartimos al final el video de la charla.

No empieces escribiendo novelas novelas. Toman mucho. Empieza escribiendo “una cantidad endemoniada de cuentos”, al menos uno por semana. Toma un año para hacerlo. Bradbury asegura que simplemente no es posible escribir 52 malas historias al hilo. Él esperó hasta los 30 para escribir su primera novela, Fahrenheit 451. “Y valió la pena esperar, ¿eh?”

Puedes amarlos, pero no remplazarlos. Ten esto en mente cuando inevitablemente intentes, consciente o inconscientemente, imitar a tus escritores favoritos, justo como él imitó a H.G. Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle y L. Frank Baum.

Examina la “calidad” de los cuentos. Él sugiere Roald Dahl, Guy de Maupassant y los menos conocidos Nigel Kneale y John Collier. Nada en el New Yorker de hoy le llenaba el ojo, pues encontraba que esas historias “no tenían metáfora”.

Ocupa tu mente. Para acumular los bloques intelectuales de estas metáforas, Bradbury sugería una serie de lecturas nocturnas: un cuento, un poema (pero Pope, Shakespeare y Frost, no la “basura” moderna) y un ensayo. Los ensayos pueden ser de una diversidad de campos, incluyendo arqueología, zoología, biología, filosofía, política y literatura. “Al final de mil noches, ¡Dios!, ¡Estarás lleno de cosas!”

Deshazte de los amigos que no creen en ti. ¿Se burlan de tus ambiciones de escritor? La sugerencia es que los despidas sin retraso.

Vive en la biblioteca. No vivas en tu “maldita computadora”. Bradbury no fue a la universidad, pero sus insaciables hábitos de lectura le permitieron “graduarse de la biblioteca” a los 28.

Enamórate del cine. Preferiblemente del viejo.

Escribe con alegría. “Escribir no es un negocio serio”. Si una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchala y comienza una nueva. “Quiero que envidien mi alegría”.

No planees ganar dinero. La esposa de Bradbury “hizo un voto de probreza” para casarse con él. Solo hasta los 37 pudieron comprarse un auto.

Enlista 10 cosas que amas y 10 cosas que odias. Luego escribe sobre las primeras y “mata” las segundas —también escribiendo sobre ellas. Haz lo mismo con tus miedos.

Escribe cualquier cosa vieja que surja en tu mente. Bradbury recomienda “asociación de palabras” para romper cualquier bloqueo creativo, pues “no sabes lo que hay en ti hasta que lo pruebas”.

Recuerda, cuando escribes, lo que estas buscando es que una sola persona llegue y te diga: “Te amo por lo que haces”. O, en su defecto, buscas a alguien que llegue y diga: “No estás tan loco como la gente dice”.

jueves, 20 de septiembre de 2012

La cara más amarga de la pobreza, Paula Montero (relato ganador de una mención honorífica en el Concurso Nacional de Cuento Ilustrado "El trabajo infantil NO es un juego"



   Comenzaba a presenciarse el ocaso y Arcadio, después de caminar tres kilómetros subiendo cumbres, cruzando ríos y atravesando bosques, llegaba a su casa.
   Era una casa rústica y vieja; daba la impresión de que estaba a punto de caerse, e incluso parecía estar abandonada.            
   Arcadio abrió lenta y silenciosamente la puerta; al entrar, lo primero que encontró fue un hombre que, dormido sobre el sofá, sostenía una botella vacía de whisky. Se dirigió a la cocina, donde una mujer muy apresurada preparaba la comida.
–Hola, mamá –dijo él a la mujer.
–Hola, Arcadio –contestó ella- ¿cómo le fue en la escuela?
–Muy bien, mamá, hoy nos dieron el resultado de las pruebas y yo fui quien sacó la mejor calificación.
–Felicidades, hijo -dijo ella desinteresadamente.
–Y dígame ¿Como a qué hora llegó el tipo éste? –preguntó Arcadio mirando al hombre en el sofá.
–¿Su papá? Llegó como a las seis de la mañana.
–¿Y vino muy borracho?
–Pues lo normal.
–Quiere decir que sí... ¿y no traía plata?
–Anduvo tomando toda la noche, obviamente no traía un cinco.
–Qué desconsiderado que es… Nosotros aquí pasando penurias y él se gasta toda la plata en guaro.
–Bueno, ya que… mejor vaya y llama a sus hermanos para que vengan a comer.
Fue al sembradío que estaba al lado de la casa, donde siempre jugaban sus cinco hermanos menores.
–María Teresa, Paco, Guillermo, Ana y Laura, vengan, ya es hora de comer –gritó él
Y aparecieron a su lado los cinco niños, a los que llevó a la casa.
Todos comían muy silenciosamente, si es que a eso se le podía llamar comida. Solo arroz y frijoles; de hecho, había que agradecer que hubiera arroz esta vez.
   De pronto, el padre tomó un trago de café y lo escupió inmediatamente.
–¿Está usted loca mujer?, ¿ya vio lo caliente que está esto?
–Discúlpeme Joaquín, no va a volver a pasar –contestó ella temerosa.
–No, yo me voy a asegurar de que nunca vuelva a pasar –replicó el padre tomándola del cabello
   Y cuando estaba a punto de golpearla, Arcadio interfirió sujetándole la mano.
–¡Quítese muchacho, no se meta! –gritó el padre.
–Usted no va a volver a golpear a mi mamá –contestó él.
–Un niño de trece años no tiene que estar metiéndose en asuntos de adultos, mejor suélteme.
   El padre logró soltarse y golpeó al muchacho, dejándolo tendido en el suelo y con una herida en su rostro; y cuando se dirigía hacia él para seguir golpeándolo, pareció recordar algo y entonces lo tomó de la camisa y lo levantó.
–Yo debía decirle algo –dijo el padre.
-¿A mí? –preguntó Arcadio.
–Mi jefe dijo que necesitaba una persona fuerte y resistente para cargar costales, entonces yo lo ofrecí a usted para que trabaje conmigo en la finca.
–¿Yo, trabajar? –volvió a preguntar.
–Sí, ya usted está bastante grande y puede traer algo de dinero a la casa.
–Pero no tengo tiempo, tengo que ir a la escuela.
–Precisamente por eso no va a volver a la escuela.
–¿No volver? –dijo atemorizado–,  pero yo no quiero dejar de ir.
-¡Basta! –gritó el padre. No se trata de lo que usted quiera o no quiera, sino de que no puede seguir como un vago, sin hacer nada.
–No soy un vago, yo estudio –gritó Arcadio.
–Estudio… eso es para los millonarios, para personas importantes… no para personas pobres como nosotros. ¿De qué nos sirve leer y escribir? Aquí los hombres aprenden del trabajo de campo y las mujeres los trabajos de la casa, y déjese de mariconadas que eso no es de hombres.
–Pero yo no quiero ir.
–¡Suficiente! No quiero discutir más por esto. Aquí se hace lo que yo ordene ¿Entendió?
–Sí, señor –contestó Arcadio con furia.
El padre tomó un abrigo y se marchó, dejando a Arcadio con sus ilusiones desboronadas y lanzadas a la basura.
A la mañana siguiente, se levantaron muy temprano y se dirigieron al sembradío de frijol. El padre recolectaba y él llevaba costales muy pesados de la bodega a los camiones. Sentía que con cada costal que llevaba se le desgarraban los músculos, y el calor del sol le aplastaba; lo peor es que el dinero que ganaba terminaba en manos del padre y era gastado en alcohol.
Cada día amanecía más cansado, más depresivo, añorando su vieja escuela y las cosas que aprendía allí. Hasta que un día sus jóvenes brazos no pudieron soportar más el esfuerzo y, tropezando, dejó caer dos enormes costales cuyo peso terminó aplastando y fracturando su brazo derecho...
Tuvieron entonces, él y su padre, el resto de su día libre.
Arcadio era un joven que disfrutaba mucho de los estudios. Le gustaba aprender, y por esto muchos de sus profesores lo estimaban; de hecho, varios de ellos, notando su ausencia, empezaban a preguntarse qué había sido de él. Se pensaba que había enfermado, que se había mudado a otra casa… incluso se llegó a pensar que el río por el que debía cruzar todos los días para llegar a su casa se lo había llevado.
Por esto, uno de esos profesores decidió buscarlo, así que fue a su casa.
Mientras el joven aprovechaba su tiempo libre para repasar un poco la materia, con la fe de volver a la escuela algún día, escuchó que llamaban a la puerta. Su madre abrió, y quien ahí aguardaba era su maestra. Arcadio saltó de la cama y apareció rápidamente en la puerta, antes de que su madre pudiera decir algo.
–Profesora Alba –dijo Arcadio muy alegremente.
–Arcadio, ¿Cómo estás? –contestó ella igual de alegre. –¿Pero qué tienes en el brazo?
–Solo fue un pequeño accidente.
–¿Pero quién es usted? –preguntó la madre desconfiadamente.
–Yo soy profesora en la escuela de Arcadio –explicó ella.
–¿Y se puede saber qué viene a hacer usted a mi casa?
–Quería conocer el motivo por el cual su hijo no ha regresado a la escuela.
–Eso a usted no le importa –contestó violentamente la madre.
–Señora –insistió la maestra–, me parece que su hijo tiene gran potencial para el estudio, creo que usted debería apoyarlo.
–Usted no es nadie para decirme cómo debo criar a mis hijos.
–No es esa mi intención, señora.
–¿Qué pasa aquí? –preguntó el padre, quien había estado escuchado la discusión.
–No es nada, Joaquín –dijo la madre–, la señorita vino a visitar, pero al parecer ya se va.
–No me iré, señora. –continuó la maestra–, no hasta saber que harán algo por la educación de su hijo.
–Mire, señorita, yo sé cómo educar a mis hijos, y este muchacho. –dijo el padre señalando a Arcadio– debe convertirse en un buen hombre; por eso ahora trabaja conmigo. Y ya no quiero más de esas tonterías de la escuela.
–Pero señor, los jóvenes como Arcadio no pueden trabajar, es penado por la ley.
–A mí nadie me va a decir que puedo o que no puedo hacer con mi hijo –gritó el padre. –Y le recomiendo señorita, que por su propio bien, se retire.
–Profesora, por favor váyase –interrumpió Arcadio.
–Pero muchacho, esto no se puede quedar así.
–Por favor váyase, es mejor para usted.
–Está bien, Arcadio, hasta luego señores.
La maestra se retiró, muy molesta por lo sucedido. Mientras se alejaba, Arcadio veía sus sueños alejarse con ella; sentía que ahora su futuro se había vuelto vacío y sin sentido. Entró a su casa, cerró los libros y los colocó en una caja que ocultó bajo su cama.
A pesar de su lesión, fue obligado a seguir trabajando, y no solo eso: si disminuía su rendimiento era golpeado por su padre. Así se empezaba a deteriorar su salud tanto como sus esperanzas de salir adelante. Pese a todo, desde que su hermano le acompañaba se sentía un poco menos solo, pero lamentaba que el pobre Guillermo, con solo diez años, tuviera que ser sometido a tal explotación.
Cierto día, mientras trabajaba, Arcadio miró varios hombres armados bajarse de un auto y dirigirse al sembradío; pocos minutos después los vio, llevando a su padre y al jefe esposados.
En ese momento apareció su profesora, quien los abrazó fuertemente, a él y a su hermano, los subió a un auto y los llevó adonde se encontraban sus otros cuatro hermanos.
Sin entender muy bien lo que ocurría, tuvo que declarar en un juzgado que dictó sentencia en contra de sus padres. Desde aquel día él y sus hermanos quedaron en custodia de unos parientes lejanos. Ahora, después de tantos sufrimientos estaban tranquilos, pero lo que más alegraba a Arcadio era que el estudio, que hasta hace poco era un sueño difícil y lejano, había pasado a convertirse en una realidad.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Cortometraje animado "La Bruxa", ganador del Premio Goya

http://www.youtube.com/watch?v=4AL7Sm9TNnA&feature=related

La bruja, heroína de esta historia, también emprende un viaje... logrará encontrar lo que busca?

miércoles, 29 de agosto de 2012

Gaia (Bryan Sánchez)

Durante miles de años los seres humanos hemos podido disfrutar del mejor regalo que los dioses dieran jamás a ningún ser vivo.

La brisa, el viento,
el hermano sol y la hermana luna.
Campos y praderas donde ver crecer a nuestros hijos,
amaneceres bañados con el perfume que estornudan las flores en primavera,
puestas del sol decoradas por los sueños aún por concebir,
y aunque parezca mentira... inteligencia.

Pero el hombre blanco despreció aquel tesoro
y a medida que la vida le sonreía,
él le contestaba dando patadas al destino.

Si alguien lee estar carta, no olvide que el fin de esta civilización
se debió al egoísmo, codicia e incultura de la raza humana.

Los hombres ya no somos mamíferos
el ser humano no se convirtió en depredador
la raza humana somos simplemente un virus
matamos, crecemos y nos multiplicamos.

Por eso nos extinguimos
por eso las aguas se tragaron nuestra civilización,
La verdadera Atlántida éramos nosotros...

Y por eso hemos escrito esta nota
para formas de vida inteligente venideras.
Cuando los hombres escupen el suelo...
se escupen a sí mismos.

El silencio escupió las ventanas (Melissa Castillo)

Estoy en silencio, no miré a mi alrededor, pero vi que se cerró la ventana al cielo; la del infierno se abrió y un duende rojo me sonrió con una mirada maligna. Soy pequeño y me derrito, miro al cielo y veo un candado blanco; miro al infierno y está muy iluminado. Me río y no paro de hacerlo, me veo cada vez más pequeño y si sigo así dejaré de ser. Estoy llorando, no miro arriba, no miro abajo, pero miro una puerta abierta en medio. En silencio escupí ambas ventanas.

Descubrirse la boca (Melissa Castillo)

Tengo la boca sujeta, no me la abren, no me la cierran. Hay una cicatriz que va de extremo a extremo,
lloro cuando me descubren la boca. Las personas me miran como si más allá de mí vieran un monstruo con sonrisa de maldito. No me descubras la boca, porque puedes descubrir más que una boca rota.

No mastico músicos (Melissa Castillo)

No mastico, no domino ni respiro.
Sin cumplidos que el niño esté dormido,
me miro en tus suspiros y repito lo repetible.
Los músicos tienen sabor amargo, tienen sabor dulce,
pero duermen a escondidas de su esposa con una moneda dura.
Los sonidos que alcanzan por el silencio y el silencio es el sonido más fuerte y brusco.

Cementerio de pupitres (Melissa Castillo)

El cementerio está lleno de cadáveres, muertos sin vida.
Son muertes incontables, tantos cadáveres de no humanos y de recuerdos irrecordables para los humanos. Muertos con un cuerpo de pupitre perdido, abandonado por su mejor amigo. Antes del después, los muertos tuvieron amigos listos que los montaban. Y con el después, la generación los botó en un basurero de cadáveres. Ya no hablan, sólo lloran por sus muertes y el olvido. Han dicho que cuando el después del antes necesiten, su sabiduría les dará la espalda.

La rosa de la noche (Enya Martínez)

En una noche de niebla, donde se refleja en el lago una luna, sopla un fuerte viento que le arranca un trozo. Al caer en el piso el fragmento de luna, se parte en mil pedazos incrustándose en la tierra. A la mañana siguiente, cae lluvia sobre todo el lugar, llegando las gotas a los mil pedazos. Mientras se va oscureciendo, se ven brotar raíces del suelo que forman una enredadera, en medio de la cual se puede ver un capullo color blanco que espera florecer. Mientras el frío azota la colina, el capullo parece inquieto, como si fuese a explotar... Al despejarse el cielo, la luz de la luna refleja ese pequeño capullo dándole así la oportunidad de abrirse. Empieza entonces a abrir sus pétalos, y espinas van brotándole de las raíces como si estuvieran protegiéndola, hasta que, al abrirse completamente, se ve la forma de una hermosa rosa blanca, rodeada de un resplandor que enceguece los ojos. Al ir saliendo el sol, la rosa se encierra dentro de sus pétalos esperando el regreso de la luna.

lunes, 27 de agosto de 2012

El cielo se cubre una mañana de mayo, Emily Arce

Mientras mueren sin saber que lo hacen,
mientras asesinan el verde de las libélulas,
mientras las multitudes se ahogan en silencio,
el cielo se cubre una mañana de mayo.

Mientras ocultan sus rostros tras máscaras ensonrisadas,
mientras tratan de acelerar y desacelerarse,
mientras sus ojos reflejan universo dividido,
el cielo se cubre una mañana de mayo.

Mientras su lucha por completarse se vuelve en vano,
mientras sus ojos encerrados protestan,
mientras se dedican a el viento encarcelar,
el cielo se cubre una mañana de mayo.

Mientras cometen suicidio indirecto,
mientras sus manos temblorosas no se atreven a dudar,
mientras son monopolizados por el miedo,
el cielo se cubre una mañana de mayo.

Mientras el cielo se cubre una mañana de mayo,
¿Qué hago yo más que ver las nubes?

He vuelto a reír (Abril Elizondo)

¿Y si me despido de mi corazón?
¿Y si deseo cambiar de piel?
¿Qué pasará si te borro de mi mente?
¿Un mar de recuerdos olvidados?
Y si de esos recuerdos, 
que hicieron que mis días
decidieran sumergirse en espinas, 
y convertirse en lágrimas encarceladas, 
de las cuales ya no tengo recuerdos.
Nunca quisiste escuchar, 
utilizabas pretextos como tapones, 
te tapabas los ojos con cuervos negros, 
y hablabas con voz amarga, 
hasta el día en que
tus dientes
terminaron de comerse mis sentimientos, 
y en vez de utilizar la pintura de mi voz
para ocultar el quebranto de mis lágrimas, 
decidí quemar los libros que me unían a tus palabras.
He roto las ventanas del encierro, 
y ahora volveré a la laguna donde descansan
mis antiguas sonrisas.

Quiero salir a la luz (Abril Elizondo)

Cada gota de tiempo,
florece pocas veces
de los árboles dudosos,
en una flor de plomo
que contiene el olor de nueva vida
para dejar en el aire opresivo,
el aroma a gotas de lluvia,
siendo tan pequeña
con sus motitas risueñas,
se vuelve luz en mis labios
que ilumina el bosque de las mentes

¿Cómo lo consigues, flor de libertad?


Seguir creciendo,
y reinar en mis sueños,
llenando mis ojos oscuros
de claridad.

Mi corazón bombea más flores,
mi voz se vuelve un arcoíris de palabras,
y las rosas blancas de mis ideas
se vuelven mariposas.

jueves, 23 de agosto de 2012

Los fantásticos libros voladores del Sr. Morris Lessmore

Muchísimas gracias a María Iztarú Fonseca por esta excelente recomendación

http://www.youtube.com/watch?v=_GEuDnLmbL8

miércoles, 22 de agosto de 2012

Feria Internacional del Libro!!

Este viernes 24 de agosto da inicio la XII Feria Internacional del Libro: Un homenaje a la cultura Afrodescendiente. En esta oportunidad se contará con la presencia del reconocido escritor y premio Nobel de Literatura 1992, Dr. Derek Walcott.

Las actividades se extenderán hasta el 2 de setiembre en la Antigua Aduana, en San José.

Acá les dejo el programa de actividades... NO SE LO PIERDAN!!


http://es.scribd.com/doc/103073686/FILCR-2012-Programa-de-Actividades#fullscreen

jueves, 21 de junio de 2012

Fría realidad, Sofía Rojas


 Recuerda, piensa,
sé que en lo más profundo de tu ser
lo sabes:
sabes que eres alguien,
que tienes dónde y con quién estar;
en cambio ellos no,
y todos se parecen.
Tienen una casa sin techo,
piso de cemento con decoración a tierra,
una cama fría, cobijas de cartón,
y la más bella fuente de luz.
Ellos caminan sin rumbo alguno
mientras tú sigues la rutina del día

Cicatrices, Sofía Rojas


Pensar que estamos encadenados
Que no sabemos, pero lo sentimos
Sentimos que el aire se nos va,
nuestros músculos pierden la fuerza,
cada vez se van cerrando más nuestros ojos
y nos empiezan a aparecer cicatrices de guerras perdidas
sueños que hemos destrozado con el tiempo,
miles de sonrisas que, sin darnos cuenta, hemos perdido.

Soy la cena, Sofía Rojas



Tengo que dejar mi recuerdo atrás,
Ya que es él quien se come un pedazo de mí cada noche.
Mi carne es el plato fuerte
Y mis gritos son el postre.
El pasado es el que le quita mi sangre al tiempo
El tiempo se desespera y pisotea mi cuerpo, como si no tuviera alma,
Saca mis ojos y los arrastra
Hasta que en ellos ya no haya ni una sola imagen de él,
de la sombra del diablo.