Estoy en silencio, no miré a mi alrededor, pero vi que se cerró la ventana al cielo; la del infierno se abrió y un duende rojo me sonrió con una mirada maligna. Soy pequeño y me derrito, miro al cielo y veo un candado blanco; miro al infierno y está muy iluminado. Me río y no paro de hacerlo, me veo cada vez más pequeño y si sigo así dejaré de ser. Estoy llorando, no miro arriba, no miro abajo, pero miro una puerta abierta en medio. En silencio escupí ambas ventanas.
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