domingo, 3 de marzo de 2013

Cap.68 (Cristina Hidalgo Mora 7-1)

Apenas él le narraba el poema, a ella se le golpeba el cabello y caían en ansias, en salvajes ambientes, en suspiros desesperantes. Cada vez que él procuraba levantar las miradas, se enredaban en un pensamiento nervioso y tenía que voltearse de cara al fatuo, sintiendo cómo poco  a poco las angustias se engañaban, se iban reduciendo, reconociendo, hasta quedar tendido como el miramiento de corazón al que se le han dejado caer unas filas de carisma. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se concentraba en los huertos, consintiendo en que él aproximara suavemente su boca. Apenas se entrelazaban, algo como un suspiro los encendía, los estrechaba y perfumaba. De pronto era el sueño, las gracias convincentes de las misteriosas, la desesperante desembocadura del orgullo, los sueños del sarcasmo en una lejana pausa ¡Amor! ¡Amor! Juntos en la cresta del cielo, se sentía palpitar, caricias y abrazos. Temblaba el cielo, se vencían las amarguras, y todo se resolvía en un profundo cariño, en mares de grandes pensamientos, en caricias casi crueles que los enterraban hasta el límite de las locuras.

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