martes, 24 de abril de 2012

Traducción libre del capítulo 68 de Rayuela (Julio Cortázar) del glíglico al español Hazel Ramírez

Cada vez que él le hablaba del poema, a ella se le agolpaban los sentidos y caía en dudas, en salvajes demonios, en suspiros exasperantes. Cada vez que él procuraba reclamarle las indiferencias se enredaban en un gemido quejumbroso y tenían que encontrarse de cara a cara con la razón, sintiendo cómo poco a poco las astillas los apretujaban, se iban apuñando, reprimiendo, hasta quedar tendidas como el mayor momento de egolatría al que se le han dejado caer pequeñas semillas de discordia. Sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado, ella se torturaba los sentidos, consitiéndose el pensamiento en que él se le aproximaría suavemente y le susurraría a los oídos. Apenas los pájaros se entreplumaban, algo como un ululeo entrecortado los estrangulaba y conmovía; de pronto llegó el equinoccio, la furiosa llamada del sol, la jadeante convocatoria de las estaciones, los extenuantes golpazos de una sobrehumana fuerza que terminaba en pausa. ¡Súplica! ¡Súplica! Esposados en la cresta del amanecer, se sentía el bramar, los cariños y los murmullos. Temblabla el cielo, se daban por vencidas las mariposas y todo se resolvía en un profundo trance interminable, en dilemas de agridulces razas, en caricias casi crueles que los arrastraban hasta el límite de las rocas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario