jueves, 31 de mayo de 2012

Traducción libre del Capítulo 68 de Rayuela (Julio Cortázar) Benjamín Vargas

Apenas él le narraba el poema, a ella se le agolpaba el corazón y caían en la nieve, en salvajes arbustos, en sus lados exasperantes. Cada vez que él procuraba lamer las pelusas, se enredaba en un grito quejumbroso y tenía que evolucionarse de cara al óvalo, sintiendo cómo poco a poco las patillas se esponjaban, se iban apelotando, replicando, hasta quedar tendido como el lacito de Rumanía al que se le han dejado caer unas libélulas de Escocia. Y sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado ella se torturaba los labios consintiendo en que él aproximara suavemente sus lirios. Apenas se entreplumaban, algo como un unicornio los toreaba, los trataba y movía, de pronto era el león, el furioso volcán de las métricas, la jadeante boca del orgullo, los poemas del cosmos en una sobre mítica hago pausa. ¡Helado! ¡Helado! en la cresta del muro, se sentía mal, cráneos y mulos. Contemplaba el trozo, se vencían las mariposas y todo se resolvía en un profundo suspiro, en ramas de bebidas gaseosas, en caricias casi crueles que los apenaban hasta el límite de los rubíes.

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