Vi las surecillas reflejadas en los ojos del amiro, el enacori se acercaba lentamente para clavar el mecase; al no conseguirlo, la herasa gritó y empezó a cocorar, su flerami crecía y se enredaba lentamente en los cabelo, sintiendo como su cuerpo se desboronaba y su pensamiento se desvanecía.
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