Aquella mirada ajena
que los extraños envidian
y que el dueño ignora.
Sus manos extendidas
logrando alcanzar
a todo aquel que logre
ver su invisibilidad.
La mirada que extingue
toda sensación de soledad compartida.
Separando las ideas
y a la vez fundiéndolas en una sola.
En sus ojos llenos de
barricadas protegiéndolo en
contra de la incomprensión.
Llenos de relojes muertos,
en donde el tiempo
transcurre y no hay
murallas separando
los segundos el uno del otro
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